Blog Iru Mountain
Preciosa reflexión de Lucre, un gran ejemplo en el grupo. Dura como ella sola, os lo aseguro, y que nos recuerda cada día, que todo es posible. Ahora, os podéis parar a pensar el por qué corres, o por qué te gusta tanto tu deporte. Seguro que hay algo en tu interior que mueve ese motor en esos días tan duros y sin sentido. Algo habrá, por lo que no debes de dejarlo parar. Yo, solo puedo decirte una cosa Lucre. A pocas personas he visto moverse con tu naturalidad por el monte. Sigue disfrutando. Gracias Lucre. No llevo mucho tiempo corriendo, no soy de los que han tirado para el monte cansados de las carreras de asfalto, demasiado multitudinarias, buscando buen rollo, mejores sensaciones. No, lo mío ha sido un flechazo en toda regla: los entrenadores de mi grupo, para hacernos experimentar algo diferente, nos metieron en una carrera de media montaña, asequible, de correr con alguna subida (“Pues, ¿qué hay? Na’, un repechín.”), y se me abrió un mundo. Está obviamente la parte física. Yo he pateado mucho monte de pequeña, veraneando en épocas diferentes en diferentes tandas de primos de edades parecidas, unidos por azares familiares: dos mamás hermanas con los maridos fuera por trabajo, dos padres hermanos con los mismos recuerdos, un tío que había hecho el militar en las tropas de montaña. Me veo en las fotos, cierro los ojos y estamos todavía allí, pequeños y luego grandes, diferentes pero iguales, todos buscando lo mismo, totalmente desatados y totalmente felices. Si entonces la libertad hubiese tenido presencia física, habría poseído el cuerpo del agotamiento total, el olor de la lluvia que te sorprende en el camino. Y, ya mayor, cuando me enteré de que entre mis conocidos había quien se iba al monte todas las semanas, lo típico: “De aquí se baja, pero allá también y parece más bonito”. Que termina en: “Nos quedan dos horas de camino y una de luz. Hay que estar al cruce ese antes de que anochezca”. ¿Dónde habré aprendido trail running, cuando todavía el trail running no existía? Todo esto mi cuerpo lo recuerda, lo tiene asimilado. No seré yo torpe, que estoy llena de cicatrices, fracturas, arañazos. Y tampoco soy buena corredora: en mi vida he llegado tarde a todo lado. Pero por un sendero, bajo este cielo que todos nos une, he andado y desandado muchos pasos. Las piernas van, y por fin parece que estoy en mi lugar. Y luego está la parte emocional. Tengo un recuerdo muy vivo: yo muy pequeña y mi padre que me lleva a recoger setas. Yo, ¡muy pequeña! Y mi padre, que siempre se levanta a las cinco y vuelve a media mañana con su cesta, que me lleva consigo. A lo mejor ya he aprendido a atarme las botas sola. Los primeros zapatos que me sé atar, esas botas altas de cuero y de cordones infinitos que tenías que pasar atrás y cerrar con doble nudo para que no se te fueran. Soy independiente: puedo salir sola con mi padre y con mis botas. Recuerdo perfectamente ese bosquecillo de pinos no muy altos, el suelo mullido, el sol entre las ramas. Y allí, justo en un rayo de sol, mi padre planta su navaja suiza, la navaja que usa siempre, y me dice: “Ahora descansamos”. Parece sencillo, pero no es fácil encontrar a alguien capaz de hacer esto, y así era mi padre. Un chico travieso curtido en tiempos difíciles. Una persona divertida que sabía perderse en el encanto de un momento, los rayos de sol que empiezan a calentar el bosque húmedo, el olor a resina, el silencio, las tonterías de una niña. Cómo no agradecer estos instantes a él y a todos los que me han enseñado a estirarlos, qué importa si ha sido sin querer, de casualidad, o si nada he sacado en limpio. Siempre me acompañarán, siempre me acompañan cuando corro en montaña: tienes el cuerpo acelerado, la mente centrada, y, de repente, tu respiro es el de las rocas, de las jaras, del cielo. Tu alma está ingrávida y libre. No hay ni tiempo, ni lugar. Todo está cerca de todo y está perfecto. ¿Por qué corro trail running? Porque la eternidad cabe en un abrir y cerrar de ojos. Y es muy fugaz.
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Suena el despertador, son las 5.30 de la mañana. Me preparo un desayuno contundente, lo voy a necesitar. Un café cargado, lo voy a necesitar. Reviso el chat del grupo, unos 150 mensajes desde ayer, todo normal. Me pongo mis pantalones cortos, mi camiseta de tirantes roja y mis calcetines de colores. Pienso…¿manguitos?¿crema de sol? El corta vientos siempre. Guardo un par de geles, unas gominolas veganas y por supuesto unas toallitas higiénicas (una para mí y dos o tres para Alberto). Lleno los bidones de agua fría, los meto en la mochila, cojo una muda y ya estoy lista. En la parada del autobús está la furgoneta de Iru, que está hablando con Jesús, que me debe unas gomas y unos calcetines, algo de lo que no me voy a olvidar. El viaje dura entre cuarenta y cinco minutos y una hora, no paran de hablar, yo intento participar pero la resaquilla de los vinos de ayer me mantiene un poco más en silencio de lo habitual. Llegamos al sitio donde hemos quedado, puede ser Morcuera, La fuente del cura, Bustarviejo, el Boalo, el Escorial. Vamos llegando todos, algunos con las pestañas pegadas, otros como David a tope de energía como si fueran las seis de la tarde. Iru nos pregunta si hemos sido obedientes y hemos descargado el track, algunos, los más ingenuos lo hemos hecho. Y Comienza la ruta, por supuesto cuesta arriba, para entrar en calor en poco tiempo. Muchos de nosotros comenzamos sintiendo el hígado muy próximo a la boca, algunos no, y van subiendo como si estuviesen en un llano. Empezamos con algo sencillito, unas zetas, desnivel pequeño pero sostenido, lo que viene a ser un puto infierno. Por mi cabeza pasa ese pensamiento de siempre… porque no me he traído los palos!. El recorrido parece sencillo, pista, pero Iru ve hueco entre los árboles “mejor por aquí,”… piedras, ramas, barro, charcos, retama…mucho mejor, dónde va a parar. El reloj pita sin cesar, el track, ya lo hemos abandonado. Lua nos va controlando para que no nos desperdiguemos, y nos vigila como si fuésemos su rebaño. Seguimos cuesta arriba, los más rápidos van por delante retándose amistosamente entre ellos. Jaime y Javi 4 van haciendo la goma, subiendo a ritmo de asfalto entre los pedruscones, no muy lejos se encuentra Hugo que desde que terminó el master y se ha puesto cañón sube como una bala, y les va pisando los talones a los dos pros. En los puestos de cabeza va Lucre, subiendo a un ritmo constante, de paso corto pero fuerte, como si no le costara. Alberto frecuentemente está en este grupo...salvo cuando tiene que hacer alguna parada técnica. Luego estamos el resto que unas veces vamos delante, otras detrás pero lo que vamos es siempre, siempre hablando. No he visto nunca un grupo tan parlanchín. Aquí se habla de todo. Famosas son las anécdotas de Sonia en sus carreras, hacemos gracias de las ampollas de los pies de Javi bajando el cerro, los ultras de Maribel, Las comidas que prepara la hermana de Hugo, la cerveza que prepara Dani, Las historias gatunas de Buzzy y ahora de Kara, las recomendaciones culinarias de Javi el de Bilbao, las historias de los conejos de Yago y Bea. Vamos llegando escalonadamente al primer pico. Barritas, agua, geles, alimentación en carrera. David y Yimi tienen prohibidos los geles de cafeina desde hace unas semanas. Y Foto, Esa foto típica, el punto geodésico, el horizonte entre el cielo y el resto de montañas, el grupo más o menos agrupado en función de la fase de la desescalada, eso sí, un poco desenfocado, porque lo importante es que Javi, el pelos, salga nítidamente y siempre bien conjuntado. Comienza la bajada, y con ella la locura. Jesús y Mer, que hasta ese momento vigilaban la retaguardia, empiezan a triscar entre las piedras cuesta abajo como dos locos, a velocidad de vértigo y se pierden ante mis ojos. Pero no son los únicos, Lucre que encabezaba la subida es la primera en terminar la bajada, y Hugo y Roberto dan grandes zancadas dejando caer piedras a su paso. Nadia y yo les damos ventaja para que no vean lo mucho que hemos aprendido en estos meses, queremos sorprenderles, pero ya en la próxima salida. Después de la bajada toca reagruparse de nuevo, alguna charla técnica, y volver a saltarse el track, buscando un camino entre piedras y piñas donde podamos ejercitar nuestros tobillos, poniéndolos al borde del esguince. Seguimos corriendo en varios grupos, alguno cuenta alguna serie, alguna película, alguien se cae, lo normal cuando se corre en llano. Hay gente que tiene cierta tendencia a caerse más, otros a ser los que hablan cuando la gente se cae, pero lo importante es que por ahora siempre ha sido con pocos desperfectos, un poco de mercromina y a seguir. También los hay que optan por diversificar la actividad y se apartan del grupo como Yimi para hacer fotos o soltar un dron, o bien se pierden buscando setas como Oscar, que ha venido con su peto metálico como si fuera un guerrero medieval. Llegamos al cortafuegos. Ponemos cara de susto, susto que aumenta cuando Iru dice “a tope en cambios de un minuto. Jorge mira de reojo a Iru pensando en la próxima salida que hará en bici con él, la venganza no se hará esperar. Al llegar arriba con la respiración entrecortada nos llenamos de satisfacción, hasta que vemos en el reloj, 950 +. Hay que sacar esos cincuenta metros como sea, bajando parte del cortafuegos y volviendo a subir, subiéndose a unas rocas, pegando saltos…lo que sea. No podemos permitirnos menos de 1000+ que queda fatal en Strava. Logrado el objetivo de los mil, volvemos a bajar, entre piedras, ramas, árboles, zarzas, mierdas de vacas (como pueden subir tan alto si están tan gordas). Con algunos arañazos en las piernas, algún pincho en las manos por agarrarse donde no se debe o la nalga irritada por mear acercando la cacha demasiado a una ortiga, llegamos al final. Entonces comienza nuestro tercer tiempo, al solete en casa julia, metidos en la Maruja, en la terraza de Paco pastel, o en medio del aparcamiento con nuestras flamantes neveritas. Comienza la hidratación, cerveza, cocacola o acuarius y no faltan los pinchos, siempre alguno sin bicho para los vegetas y mucha patata, tomate o aguacate para Maribel, la más íntegra. Es en esos momentos cuando nos dejamos llevar por la emoción, y a veces por la cerveza, que empezamos a pensar en nuevas aventuras de fin de semana, en nuevas carreras, en las salidas al monte, en Zegama, Somiedo, Madeira o GTP, y es que con el pensamiento haríamos tantos retos que se nos acumulan y se nos entrecruzan. De vuelta a casa recopilamos fotos, nos enviamos mensajes de agradecimiento por esa mañana tan divertida, los pocos que se han perdido la actividad leen los chats con envidia y María nos manda fotos preciosas de sus recorridos para incitarnos a ir a visitarla, deseando que una de estas salidas de domingo sean por su tierra. Así termina un domingo cualquiera del Iru team. Solo queda aguantar una semana de cuatrocientos mensajes diarios, fotos de yimi dando asco por Cercedilla, audios de Iru dando instrucciones para los entrenos, y muchos gifts, sobretodo de gatitos. El Iru team no es solo montaña, es actividad desenfrenada, información, risas, cervezas, amistad, alegría, compañerismo, palmeras de chocolate, campus de fin de semana, carreras, geles, charla. Hay que tener mucha energía para estar en este grupo, pero con un entrenador así es muy fácil. Gracias!! Atalanta ;) Crónica de una principiante
Cada día cuando pongo los pies en el suelo lo primero que hago es salir a dar un paseo por el monte, da igual la época del año, si todavía no ha amanecido o si ya ha salido el sol, si hace viento, si llovizna… necesito respirar y impregnarme del olor del amanecer en el campo, compartir con mis compañeras de aventuras las primeras notas de la mañana para poder afrontar y superar con éxito los devenires del día. Quiero compartir con vosotros como el Trail running me sedujo y me llevó a animarme a participar en mi primera carrera. Siempre he practicado deporte, aunque no siempre he podido practicarlo con la misma intensidad. Ha habido épocas que el trabajo o las obligaciones familiares no me han permitido mantener una rutina diaria como me hubiera gustado y por tanto me he tenido que adaptar a cada situación como suele pasar a la mayoría, también por ese motivo he visto pasar mis años de juventud, en los que era fácil engancharse de nuevo a hacer deporte después de una época de parón. Así que cuando después de tiempo decidí ponerme en marcha, inicié mis rutinas diarias con el objetivo de disfrutar y dejar atrás miedos y inseguridades que lejos de aportarme nada, solo servían para alejarme de mis objetivos. Empecé a hacer senderismo y esas salidas me daban mucho “gas”. El contacto con la naturaleza y las horas de pateo con más o menos desnivel empezaron a calar en mi, así que después de meses de trabajo ya empecé a notar cambios significativos. Así seguí y poco a poco me fui poniendo objetivos personales y preparándome para ellos. Cuando los alcanzaba me sentía tan bien que a medida que el cuerpo iba asimilando el trabajo que hacía mis retos eran más exigentes y necesitaba marcarme otros. Todo empezó una mañana de septiembre. Habíamos salido con el objetivo de hacer la travesía Vallter-Núria, iniciamos el ascenso cuando salía el sol porqué teníamos la intención de llegar a Núria a la hora de comer. La ruta se iniciaba con subida así que empezamos a disfrutar de ella haciendo algunas paradas, observamos de lejos como correteaba una marmota, a la vez que una manada de corzos cruzaban veloces delante nuestro y desaparecían mimetizados por las piedras de la montaña. Llegamos al Coll de la Marrana, a lo lejos vimos como un grupo de corredores se acercaban trotando y se dirigían hacia el pico del Bastiments haciendo una parada en el avituallamiento para reponer fuerzas. No pude resistirme y me acerqué para preguntar cuál era el evento que se celebraba. Muy amablemente obtuve la respuesta. Nos fuimos encontrando con grupos de participantes a lo largo del trayecto y aquella situación fue despertando en mí curiosidad y ganas de sentirme parte de un acontecimiento similar, así que intenté animar a mis compañeros de trayecto para participar en la prueba al año siguiente. Aquel día acabó como tantos otros entre risas y buenos ratos disfrutando del trayecto y la compañía y cuando llegué a casa me apresuré a buscar información sobre la carrera que había despertado mi curiosidad y algo más. Me dí unos días para pensar bien en el reto que quería ponerme y cuando abrieron las inscripciones para el próximo año, sin dudar decidí inscribirme. La carrera se convirtió en mucho mas que un reto personal, fue mi motivación durante aquel año, me ilusioné con la idea de participar en ella y cada vez que salia a la montaña me marcaba objetivos y buscaba la manera de ser más exigente, para ir adquiriendo resistencia y acortar mis tiempos. Lo disfruté, y lo mas importante, lo compartí con mis compañeras de aventuras que seguían mis planes y me daban ánimo, a la vez que disfrutaban viéndome prepararme. Llegó el momento esperado. Lo tenía todo preparado y me desplacé la tarde anterior al evento para recoger el dorsal y como una niña que despierta entré a formar parte de aquella aventura que empezó en una salida de domingo que me cambió la vida y la manera de ver muchas cosas, me ayudó a salir de la rutina, marcarme objetivos, disfrutar haciendo planes que me ayudan a mantenerme vital y me hacen feliz. Maria Cada vez se va notando más el calor, y es que prácticamente estamos ya en verano. Días más largos, ganas de salir a la naturaleza, pero no a todos nos va bien el calor. |
IruNo hay nada mejor que una buena aventura. Saca la verdadera persona que llevas dentro. |